HAMELIN
Desembarca en Barcelona la laureada denuncia social de Animalario. Un tema peliagudo, la pederastia, con puesta en escena rupturista.
En 2005 mereció nada menos que el Nacional de Teatro por su realización escénica. El galardón, guinda donde las haya en el ámbito de subir y bajar telones, le fue concedido expresamente por su compromiso ético y estético. No es que las autoridades que otorgan el lauro simplemente jugaran a rimar palabras esdrújulas. Hamelin representa lo mejorcito que sabe hacer la compañía Animalario: hacerle de espejo bestial a la sociedad. Le echa en cara su lado, nuestro lado, zoológico. Todo con recursos dramáticos que entretienen, intrigan y sorprenden. Puro teatro, como la vida misma. Y es que la obra se centra, precisamente, en un suceso real. Fue noticia hace unos veranos. Ocurrió en el de 1997.
Brincó a los telediarios en ese entonces un asunto pero que muy sucio. En el barrio barcelonés del Raval había una extensa organización de pederastas. Esto ya era deplorable de por sí. Pero además, entre los abusadores de menores había maestros de escuela, funcionarios públicos, amas de casa. Un asco. Auténticas ratas. Como en el famoso cuento del flautista, los niños eran robados a la infancia; aquí, a su inocencia, y ni más ni menos que por quienes deberían protegerlos.
Hamelin recrea este episodio indignante con la debida libertad artística. Lo universaliza. No se queda en la anécdota. También presta atención al proceso judicial y al eco social que conllevó. Así reptan sobre las tablas temas sinuosos como la perversión sexual, la indefensión de los pequeños, el maltrato doméstico y la culpa. Pero asimismo, otros colores turbios del ser humano. La bajeza moral que produce pobreza material, por ejemplo. O el falseamiento de la justicia. O el placer hipócrita, cobarde y morboso de tirar la primera piedra.
HAMELIN
Autor: Juan Mayorga.
Dirección: Andrés Lima.
Intérpretes: Javier Gutiérrez,
Guillermo Toledo,
Alberto Sanjuan, Nathalie Poza
Teatre Romea.
Del 15 de marzo al 23 de abril.
En 2005 mereció nada menos que el Nacional de Teatro por su realización escénica. El galardón, guinda donde las haya en el ámbito de subir y bajar telones, le fue concedido expresamente por su compromiso ético y estético. No es que las autoridades que otorgan el lauro simplemente jugaran a rimar palabras esdrújulas. Hamelin representa lo mejorcito que sabe hacer la compañía Animalario: hacerle de espejo bestial a la sociedad. Le echa en cara su lado, nuestro lado, zoológico. Todo con recursos dramáticos que entretienen, intrigan y sorprenden. Puro teatro, como la vida misma. Y es que la obra se centra, precisamente, en un suceso real. Fue noticia hace unos veranos. Ocurrió en el de 1997.
Brincó a los telediarios en ese entonces un asunto pero que muy sucio. En el barrio barcelonés del Raval había una extensa organización de pederastas. Esto ya era deplorable de por sí. Pero además, entre los abusadores de menores había maestros de escuela, funcionarios públicos, amas de casa. Un asco. Auténticas ratas. Como en el famoso cuento del flautista, los niños eran robados a la infancia; aquí, a su inocencia, y ni más ni menos que por quienes deberían protegerlos.
Hamelin recrea este episodio indignante con la debida libertad artística. Lo universaliza. No se queda en la anécdota. También presta atención al proceso judicial y al eco social que conllevó. Así reptan sobre las tablas temas sinuosos como la perversión sexual, la indefensión de los pequeños, el maltrato doméstico y la culpa. Pero asimismo, otros colores turbios del ser humano. La bajeza moral que produce pobreza material, por ejemplo. O el falseamiento de la justicia. O el placer hipócrita, cobarde y morboso de tirar la primera piedra.
HAMELIN
Autor: Juan Mayorga.
Dirección: Andrés Lima.
Intérpretes: Javier Gutiérrez,
Guillermo Toledo,
Alberto Sanjuan, Nathalie Poza
Teatre Romea.
Del 15 de marzo al 23 de abril.
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