UNA IMPRONTA GENIAL

El Ballet de San Petersburgo llega a Madrid. La compañía más aristocrática, exquisita y sutil nos ofrece una cuidada selección de piezas. Por Marga F. Rosende
El Ballet de San Petersburgo está marcado por el sello del siempre innovador Leonid Jacobson. Dándose un garbeo por las frías calles de San Petersburgo, se asomó por azar a una ventana desde donde cotilleó una modesta clase de ballet. Abducido por una irresistible atracción, tuvo que entrar en un curso de danza para puretas. Tenía 16 tacos, un viejete. Leonid estaba cachas y encajaba como un guante en papeles con un toque grotesco, pero el prefería que bailaran otros. Tras baquetearse con los mejores, llegó a ser coreógrafo del Bolshoi y el Kirov. En estos teatros cortó por lo sano con algunas cosillas heredadas del ballet neoclásico que le producían picores, sustituyendo poses almidonadas por un estilo más natural. Llega incluso a prescindir del trabajo sobre las puntas. Estas virtudes las pagó como crímenes, encontrando algunas trabas. Con motivo de su centenario se le está dando una nueva oportunidad. Algo que ya tocaba. Este verano podemos ver algunas piezas escogidas del repertorio del Ballet de San Petersburgo: El lago de los cisnes, Cascanueces y Giselle. Palabras mayores.
BALLET DE
SAN PETERSBURGO
Música: P. Tchaikovsky.
Coreografía: M. Petisa y L. Ivanov.
El lago de los cisnes: del 27 de junio al 2 de julio y del 1 al 6 de agosto. Espartaco, Rodin y Paso a cuatro: del 4 al 9 de julio.
Romeo y Julieta: 12 y 16 de julio.
Cascanueces: del 18 al 23 de julio.
Giselle: del 25 al 3 de julio.
Teatro Gran Vía. Madrid.
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